“La ansiedad es una colección de afecciones de la salud mental, principalmente, una preocupación desmedida por el futuro, que se presenta de manera fisiológica”
Futuro. Ahora más desconocido e incierto que nunca. Inesperado, incontrolable, impredecible.
El contexto perfecto para la llegada de nuestro pasajero invisible. El inquilino que se convierte en okupa, y entra hasta la última habitación de tu casa sin ser invitado. El secuestrador. Y te ves atado de pies y manos, inmóvil, inútil e incapaz.
Y te falta el aire, te duele el pecho. Y sudas por cada uno de tus poros. Tienes frío.
Y de repente todo es oscuro. Respiras, sin aire. Miras, pero estás ciego. Escuchas, pero estás sordo.
Giran las agujas del reloj, y el pasajero invisible se baja del tren. Y ahí estás tú, vacío, agotado, vencido, y sin opción a defensa.
Y has escuchado sobre el grupo PAMPAM: Lorazepam, Diazepam… mucho pam, y poco pum.
Y PAMPAM nunca te encantó, y de repente, ya no sientes nada. Estás muñequizado.
La naturaleza compleja e individualizada de nuestro pasajero, nos permite la búsqueda de nuevas soluciones subjetivas. Y así nos conocimos CBD y yo. Y aquí nuestra historia de amor.
Nos conocimos hace 5 años en Londres. Nos presentó un amigo que creyó que seríamos un excelente match. Al principio, no le presté mucha atención, conocía a los de su clase, los había tratado antes. Algunos bastante nocivos para cualquiera que se topase con ellos a lo largo de su vida... Decidí darle una oportunidad, ver si realmente podía ser algo distinto.
Tenía un estilo increíble, y sonaba calmado, tranquilo, atractivo. Como persona curiosa, me lo llevé a casa esa noche y la pasamos juntos. Fue amor a primera vista.
Como en cualquier relación, es importante conocer y querer saber más del otro. Como en cualquier relación, se empieza poco a poco. Y como en cualquier relación, la confianza es la base.
Juntos conseguí entenderme mejor, funcionar mejor y a quererme mejor. La claridad llegó y también la calma, después de tantas tormentas. Me sentía abrazada, en casa.
Llevamos 4 años juntos, y como en cualquier relación, cada vez nos necesitamos menos. Pero siempre estamos ahí, para una mala noche, o un mal día. Para recibir de otra manera las visitas inesperadas.
Hemos forjado una relación sana, duradera y equilibrada. Creando un espacio libre, relajado, saludable y libre de juicios.
Y si algún día no estamos juntos, siempre seremos buenos amigos, camaradas y compañeros en esta, nuestra batalla con el pasajero invisible.